miércoles, 24 de enero de 2007

La tierra con hambre y sed

La mitad del territorio nacional está desertificado
Por: Pedro Rendón López.
Comunidad Ibero

Del total de la superficie de México, 59 por ciento se ha desertificado por degradación del suelo. Este fenómeno sucede porque los ecosistemas de las tierras áridas son extremadamente vulnerables a la sobreexplotación y su utilización inapropiada.

Las zonas áridas en el país abarcan cerca de cien millones de hectáreas, de las que el 30 por ciento es susceptible a la desertificación, cuya velocidad de expansión es cien veces mayor que la recuperación de los ecosistemas dedicados a la producción agrícola, pecuaria y forestal.

Según la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales
(Semarnat), del total de la superficie continental de México, un millón 959 mil 248 kilómetros cuadrados —sin considerar la superficie destinada al uso urbano, calculada en 29 por ciento—, presentan desertificación muy severa (641 mil 656 km2), severa (708 mil 252 km2), moderada (541 mil 897 km2) y ligera (67 mil 007 km2).

La desertificación y la degradación

Pero antes de continuar, conviene definir a profundidad qué es la desertificación, de acuerdo al informe Geo México 2004: “Es la degradación de las tierras de zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas, que resulta de factores de origen climático y de actividades humanas, como la deforestación, el sobrepastoreo, la expansión de áreas agrícolas hacia áreas frágiles y la sobreexplotación de vegetación para uso doméstico”. “Existen siete procesos principalmente responsables de la desertificación: degradación de la cubierta vegetal, erosión hídrica, erosión eólica, salinización, reducción de la materia orgánica del suelo, encostramiento y compactación del suelo y acumulación de sustancias tóxicas para los seres vivos”.

“De éstos, los cuatro primeros son considerados procesos primarios de desertificación (debido a que sus efectos son amplios y tienen un impacto muy significativo sobre la productividad de la tierra), y los tres últimos secundarios. Cabe señalar que este proceso se evalúa con base en tres criterios: estado actual, velocidad y riesgo. Para cada uno de ellos se consideran cuatro clases de desertificación: ligera, moderada, severa y muy severa”.

El doctor Alejandro Guevara Sanginés, investigador especializado en economía ambiental de la Universidad Iberoamericana, habla con mayor profundidad de este problema ecológico. En primera instancia, hace una distinción entre desertificación y degradación de los suelos. La degradación es la pérdida de nutrientes y de suelo, ocasionada por la contaminación o por falta de agua, lo que resulta en una disminución de la productividad agrícola y de las funciones bióticas. La desertificación es una de las múltiples facetas de la degradación.
Producen degradación del suelo: mal manejo del agua, abandono de terrenos agrícolas, incendios forestales, desbordamiento de ríos y arroyos, sobreexplotación de la vegetación para consumo (extracción de leña), deforestación, sobrepastoreo, intrusión de agua salina, sobreexplotación de cultivos intensivos anuales, propagación de lirio acuático, sobreexplotación de mantos acuíferos, quemas en la caña de azúcar, cambio de uso de suelo, desechos industriales y explotaciones mineras.

Según Geo México 2004 “Perspectivas del Medio Ambiente” —editado por la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, el Instituto Nacional de Ecología y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente—, las principales causas de degradación son: el sobre pastoreo 25 por ciento, cambio de uso de suelo 25 por ciento, deforestación 24 por ciento, labranza postcosecha 10 porciento, sobreexplotación de cultivos anuales 6 por ciento, mal manejo del agua 4 por ciento, desechos industriales 3 por ciento, sobreexplotación de la vegetación y consumo doméstico 3 por ciento.

La superficie afectada por la degradación es de 64 por ciento del territorio, es decir, es incluso superior a la desertificación. El total de la degradación es de un millón 254 mil 607 km2; 724 mil 651 km2 por erosión hídrica, 291 mil 711 por erosión eólica, 132 mil 549 km2 por degradación química, 34 mil 877 km2 por degradación física y 70 mil 817 km2 por degradación biológica.

La pérdida de fertilidad del suelo

El investigador dice que los suelos pierden sus propiedades de fertilidad y humedad por dos factores interactivos: la acción mecánica derivada de los procesos productivos, agropecuarios en conjunción de los compomentes químicos empleados para elevar la productividad agrígola; y los elementos: viento y agua. Esta última produce erosión hídrica cuando una gran cantidad de lluvia arrastra suelos, y con ellos los nutrientes.
Fenómeno que sucede por no haber cubierta vegetal suficiente que retenga o infiltre el agua resultante de las precipitaciones pluviales.

Otra forma de ocasionar daño es cuando un productor introduce un arado o tractor y no toma las medidas atenuantes necesarias. “Si abre una parcela para el cultivo y no estableces barreras naturales, por ejemplo una cortina de árboles que protejan a la tierra del viento y lluvia, se va a degradar el suelo.

El cambio de uso también produce deterioros si no se toman medidas compensatorias, pues un suelo que por su pendiente tiene vocación forestal no debe emplearse en otras actividades”.

La doctora Alba González Jácome, investigadora del Departamento de Ciencias Sociales, señala que otra forma de daño se relaciona con el mal manejo del agua en la industria y la agricultura, actividades donde se desperdicia el líquido, al emplearlo como si fuera un recurso inagotable. Por eso se debe convencer a la gente a aplicar el riego por goteo “que les permite tener cultivos a pesar de la desertificación”.

Las anteriores son causas naturales, pero el factor humano tiene un alto grado de influencia, de ahí que exista una relación entre desertificación y pobreza.

O como dice la doctora González, “no existen fenómenos aislados. La desertificación está conectada con la pobreza en México. Al desertificarse zonas semiáridas y volverse áridas, los pobladores se quedan sin los componentes agrícolas que les permitan cosechar sus alimentos básicos”.

Y aunque el tema de la pobreza abarcaría otro reportaje, conviene hacer un alto para que el doctor Alejandro Guevara comente cuál es la relación que tienen la pobreza y la desertificación.

Desertificación, pobreza y migración

El combate a la pobreza necesita diversos elementos que los economistas agrupan en el concepto de capital total, el cual es integrado por: capital físico, que son las máquinas y herramientas usadas en la transformación de la naturaleza para lograr determinados objetivos; capital humano, es decir, las personas, su salud y sus conocimientos; capital financiero, son los créditos necesarios para echar a andar los proyectos o actividades.

El capital social son las reglas de entendimiento de una comunidad que permiten florecer a la actividad económica en un clima de estado de derecho; el capital político es la capacidad de articular demandas y otorgar recursos a los cuales tiene derecho constitucional la población; y el capital natural, relativo al medio ambiente. Todos los capitales están correlacionados, y en la medida que uno no se presente, “en esa misma medida las posibilidades de superar la pobreza disminuyen”.

¿Cómo se relaciona esta riqueza o ausencia de capital con la desertificación? El profesor Alejandro Guevara responde que por lo general las comunidades rurales presentan casos de pobreza al tener niveles muy bajos de acervos de capital, y dos de estos son críticos, el capital humano y el capital natural, en el cual se clasifica el suelo fértil.

Ahora bien, en la medida en que el suelo deja de satisfacer las necesidades básicas, como la producción de alimento e ingresos, se generan necesidades de emigrar en búsqueda de nuevas oportunidades. Si los recursos naturales son insuficientes, pueblos enteros van a emigrar y el campo se convertirá en un lugar donde básicamente hay viejos, mujeres y niños, porque los hombres parten a los centros urbanos en el país o a Estados Unidos en busca de trabajo. Esto tiene como impacto social hogares desarticulados con prolongadas ausencias del jefe de familia, hecho que termina por desintegrar el núcleo familiar.

“Al no haber alimentos sobre los cuales una familia pueda descansar su economía y organizar su vida, vienen fenómenos como la emigración estacional —a otros lugares de trabajo—, o la migración diaria y semanal a los centros urbanos cercanos”, señala González Jácome.

En la medida en que se merma el capital natural, se acaban las pocas fuentes de desarrollo. “Si alguien tiene como capital natural una selva que se está degradando, y pierde su capacidad de generar satisfactores, en esa misma medida se verán afectados el ingreso y la calidad de vida de la gente”.

De ahí que en la búsqueda de ingresos la gente explote al máximo los recursos naturales y los transforme, como ocurre con el cambio del uso de suelo; una causa antropogénica que combinada con las físicas produce desertificación.

“La degradación ambiental a veces es propiciada por la falta de respeto a los ordenamientos territoriales, al Estado de derecho e incluso por políticas gubernamentales que subsidian la compra de fertilizantes y pesticidas, con impactos ambientales negativos, así como subsidios al agua, a un costo casi regalado, que de continuar propiciará que tarde o temprano se acabe este preciado líquido”.

En el hombre, una consecuencia directa de la desertificación es el descenso de la productividad. “En un terreno fértil, al cual a lo largo del año se le invierten 300 jornadas laborales en sembrar, regar y cosechar, se le obtiene una productividad X. La degradación y la desertificación harán que con la misma cantidad de esfuerzo humano se obtenga menos rendimiento”.

Los especialistas como Guevara saben que los grupos de población más pobres tienen una mayor dependencia de los recursos naturales para subsistir. Por eso hay una relación entre degradación, pobreza y migración. “Cuando hay desertificación y la capacidad de producir se merma, o bien se compensa con otro tipo de capitales y actividades que no dependan tanto de los recursos naturales, o bien se emigra”.

Los daños producidos por la desertificación alcanzan repercusiones globales, como el cambio climático o la expansión del Sahara (Sahel), desierto que se extiende porque la humedad y fertilidad de las tierras adyacentes disminuyen, fenómeno que obliga a los pobladores de esas zonas a emigrar, incluso a otras naciones.

La responsabilidad social y gubernamental

Ya dijimos que la desertificación es provocada por causas naturales y antropogénicas. La responsabilidad humana recae en la sociedad (principalmente las comunidades rurales que explotan las recursos naturales) y el gobierno, ya sea por acción o por omisión.

Es de acción cuando se estimulan actividades depredadoras, como permitir la venta de productos químicos de bajo costo y dañinos al ambiente; o cobrar bajas tarifas de agua que estimulan su desperdicio en lugar del ahorro. La omisión es no hacer nada al respecto, por ejemplo, no establecer estímulos económicos o legales para la conservación de recursos naturales.

A esto se suma el dilema que enfrentan los campesinos que viven en zonas boscosas, entre conservar el bosque y obtener muy poco beneficio privado –un valor que no necesariamente se monetiza y se otorga al campesino–, o deforestar para introducir ganado y cultivos, y lograr mayores ganancias.

El pago por servicios ambientales

En México se han presentado algunas iniciativas incipientes para salir del círculo vicioso pobreza-degradación ambiental. Una de ellas es la propuesta del Programa de Pago por Servicios Ambientales, que contó con la participación del Departamento de Economía de la Universidad Iberoamericana, la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Dirección General de Economía y Política Ambiental del Instituto Nacional de Ecología (INE), el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) y la Comisión Nacional Forestal (Conafort).
Consiste en que las comunidades con bosques, que posibilitan la producción de oxígeno, la captura carbono atmosférico, la retención de agua pluvial, además de una menor varianza en los flujos fluviales y la filtración de agua a los mantos freáticos, reciban estímulos de parte del gobierno para fomentar su conservación, y así mantener el hábitat, que además de beneficiar directamente al campo, dota de agua a las ciudades.

La pérdida de una posible simbiosis campo-ciudad por degradación ambiental o desertificación de un bosque, debido a la reducción de servicios fundamentales a una urbe (dotación de agua, aire limpio y paisaje), causará problemas y demandas sociales, conflictos políticos y económicos.

El Programa de Pago por Servicios Ambientales, novedoso en el ámbito mundial, maneja como idea básica que los habitantes de las ciudades, beneficiados por el agua producida en los bosques y de otros servicios ambientales, paguen una cierta cantidad por este servicio a quienes viven en esas comunidades forestales, un costo que por el momento absorbe el gobierno en forma de subsidio.

Guevara Sanginés precisa que se trata de un programa pequeño, de 200 millones de pesos extendido en cinco años, es decir, “se reparten 40 millones anualmente que sirven para proteger zonas forestales productoras de agua, un programa que debiera expandirse aún más en donde haya probado su éxito”.

Una solución más, que ya se empieza a percibir en zonas boscosas del Distrito Federal y estados con enorme riqueza natural, es el ecoturismo, una actividad benéfica que vuelve rentable al bosque. “Las obras de infraestructura que hace el ecoturismo tienen un pequeño impacto, pero en ausencia de una actividad generadora de ingresos en el bosque, probablemente se hubieran metido vacas o cultivos. Por eso el ecoturismo es una forma de recuperación y conservación de los bosques”.

Sumados a estos esfuerzos, se deben establecer programas paliativos de la erosión, como la construcción de pequeñas presas que retengan la tierra, con la plantación de barreras vivas, la reforestación selectiva, el uso de abonos orgánicos, la reestructuración de los subsidios a sustancias químicas que dañan la salud y el medio ambiente, el manejo más racional del ganado y fomentar el uso de la tecnología para propiciar el cultivo intensivo en vez del extensivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la tierra con hambre y sed

pero que hacemos presisamente en la cuidad uqe ocupa este blog para evitar el aumento desmedido de la poblacion el cual genera mas presion sobre los recursos naturales en el caso de san miguel de allende como bien se ha expuesto aqui el agua potable.

el dia de hoy veia en la tv que han nacido hasta el dia de hoy algo asi como 160 niños tan solo en el hospital civil anualizando las cifras y contando los de los demas hospitales son alrededor de 5 mil niños mas al año en solo cinco años a esa taza de crecimiento tenemos 25 mil habitantes mas en la cuidad que demandaran mas servicios y por supuesto agua y a su tiempo vivienda

que han pensado señores ecologistas para impulsar el que se detenga este crecimiento demografico que al parecer esta fuera de control?