lunes, 14 de mayo de 2007

Yerbamala

Don Giovanni
Lunes, 14 de Mayo de 2007
Correo

  1. ¿Quién gobierna: Gerardo Oliva o Juan Manuel Mosqueda?
  2. El secretario relega al gobernador de la toma de decisiones
  3. Negociaciones SEG-SNTE: acuerdo o enfrentamiento


1.- LA VERDADERA CRISIS. Nadie podrá sostener que el secretario de Gobierno Gerardo Mosqueda no es valiente y arrojado. Lo que siempre podrá estar a discusión es si, efectivamente, es inteligente.

Desde hace tiempo en esta columna -firmada por un seudónimo pero no por ello exenta de responsabilidad pues la misma compete directamente y sin ambages al director de este medio, una regla elemental del periodismo de hoy y también del que se hacía en el siglo XIX-, ha venido señalando el delicado diagnóstico que asola a la política guanajuatense de este momento: la falta evidente de mando de quien recibió los votos en las elecciones de julio del año pasado.

Gerardo Mosqueda, lo dijimos hace unas semanas y lo repetimos hoy, asume atribuciones que en estricto sentido corresponderían al gobernador del estado Juan Manuel Oliva: designar al gabinete, elegir a los substitutos, ordenar en la agenda de los secretarios de despacho, obligar a los delegados federales a una concurrencia de agendas que debería tener otras formas y otros ritmos si se quisiera verdaderamente efectiva.

También, el señor Mosqueda puede tocar delicados temas de política nacional y cuestionar la escasa cantidad de votos mediante los cuales triunfó el candidato panista Felipe Calderón, como argumento para obligar a la Federación a atender sus reclamos, algo que se antoja una gran impertinencia para un subordinado.

Ahora, por si algo faltara, el secretario define la agenda del debate público que deberá afrontar el gobierno y elige a los interlocutores que deberán recibir los regaños de la administración estatal, en este caso, dos directivos de medios de comunicación.

Se trataría, en todos los casos, de privilegios que deberían ser exclusivos de quien buscó y logró el voto de los guanajuatenses en julio pasado y que llegó a una oportunidad histórica de servir a sus conciudadanos sin mayores ataduras que el respaldo amplio masivo que le fue otorgado.

Oliva podría aliarse o pelear con quien quisiera. Sería su responsabilidad el resultado, pues sin duda para ello lo facultaron los guanajuatenses: para dirigir el aparato del Estado y tomar las decisiones políticas, en el marco de la ley, que le parezcan más convenientes.

Pero no ha sido así. El gobernador Oliva parece ya agotado por la abrumadora tarea de haber logrado la candidatura en su partido, razón por la cual ha descansado la ardua tarea de gobernar en su secretario de Gobierno, un funcionario por lo demás con escasa experiencia en la función pública, de no haber sido por los años que pasó al lado de Carlos Abascal en la Secretaría del Trabajo.

La escasa aptitud de Mosqueda se hace evidente todos los días: en la forma en que selecciona a los funcionarios cuya designación le delega Oliva; en sus alocuciones públicas carentes de sustancia y portadoras de banales mensajes de elevación de la autoestima; en su tendencia a imponer su agenda a sus compañeros de gabinete y ahora, en su forma de dialogar públicamente con sus críticos.

Todo este asunto podría considerarse una minucia, un mero accidente de la nueva vida democrática, si no fuera por ese signo inquietante: el de que en Guanajuato se viene viviendo una verdadera suplantación en la cúspide del gobierno estatal que estaría dejando las decisiones políticas más importantes en manos de alguien que nunca recibió el respaldo de una elección. De seguir las cosas así, estaríamos en camino de un golpe de Estado fraguado en los sótanos de esa tenebrosa entidad que es mitad mito y mitad poder real: el llamado Yunque.

Y que mejor confirmación de que la verdadera preocupación no se encuentra en un funcionario echado pa' delante y sin pelos en la lengua que esa reveladora declaración emitida por el gobernador formal del estado, Juan Manuel Oliva, al conocer los ex abruptos de Mosqueda: "ha de tener sus razones, es importante que él explique por qué lo dijo, considero que tiene sus razones y él las tiene que expresar".

Se trata antes que nada de un aval, en ningún momento es un deslinde y mucho menos un reproche. Oliva se pliega a lo que dijo Mosqueda, no le pide cuentas en su carácter de superior y jefe político, sino que sugiere tímidamente que explique sus razones, no a la opinión pública. Queda claro: Mosqueda no responde ante Oliva, si no únicamente ante sí mismo. Por si quedaban dudas de donde se encuentra el poder.

Mosqueda ya es el hombre fuerte al interior del gobierno: hace y deshace y está a años luz de sus homólogos en cuanto a peso y decisiones. Ahora, con esta toma de poder al enfrentarse a periodistas, su siguiente paso parece ser trasladar la ecuación a la sociedad y empezar a ejercer una especie de regencia política ante un gobernador que se encuentra instalado en la parte decorativa del poder: las inauguraciones, los cortes de listón y las reuniones protocolarias.

Guanajuato conoce de cerca la historia de los hombres fuertes y ha podido vivir así. Lo que no se entiende es la nueva modalidad inaugurada por Mosqueda: la de hacer gala de su poderío y, en consecuencia, poner en evidencia a su gobernador, lo que sin duda es un exceso en fecha tan temprana del sexenio.

Lo dijimos al principio: valiente, sí; arrojado, sí; inteligente, en absoluto.

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