domingo, 25 de mayo de 2008

Ciudad con rostro humano

Rumbo de México
25/05/2008 12:47:05 a.m.
Javier ?Cadena Cárdenas?

No vaya a creer dominguero lector que estas líneas las he escrito imbuido por un espíritu pro o anti chino, por aquello del terremoto que los acaba de asolar, o por los próximos juegos olímpicos que se llevarán a cabo por esas tierras, o por las manifestaciones a favor del Tíbet y en contra de lo que se ha dado por llamar la violación de los derechos humanos del pueblo tibetano por parte del gobierno de la República Popular de China, a partir de hace muchos años, desde allá por la mitad del siglo pasado, según dicen.

No, simplemente fluyeron a raíz de que me pareció ingeniosa e importante la combinación de dos conceptos para englobar lo que se debe hacer a fin de que a una urbe, cualquiera, se le apliquen las medidas para transformarla y volverla habitable.

Pero antes de decirles cuáles son estos dos conceptos –bueno: a través de la lectura de esta colaboración usted se dará cuenta cuáles son-, déjeme compartirle que el desarrollo urbano sustentable es, y lo voy a decir muy fácil, simplemente hacer o provocar que las políticas públicas de nuestros gobiernos converjan en un trabajo conjunto que tenga como fundamento la elevación de la calidad de vida de los habitantes de nuestras grandes ciudades, y eso se comprueba con el acceso a los servicios mínimos indispensables para habitar una urbe como, por ejemplo, la capital del país. Suena fácil, pero: ¡qué difícil ha de ser hacerlo!

Uno de los grandes retos que enfrentan los encargados de conducir el desarrollo urbano sustentable en las entidades del país, es evitar que nuestras ciudades se desborden, que crezcan en la periferia y sin orden alguno, y, por ende, se conviertan en “ciudades obesas” o “ciudades infladas”.

Uno de los escritores mexicanos más reconocidos –Carlos Monsiváis- dice que nuestras ciudades no crecen, sino que se desparraman, y eso hay que evitarlo o, ya de plano, corregirlo, y es este aspecto las autoridades debe decir: esta boca es mía, y la sociedad también, que conste.

La ciudad de México, por ejemplo, todos lo sabemos, es el asentamiento humano más habitado del país, y, paradójicamente, está ubicado en un espacio geográfico pequeño, el más pequeño de la república mexicana, con tan sólo el 0.1 por ciento del territorio nacional, y durante la segunda mitad del siglo pasado vivió –sufrió, hay que reconocerlo-, un real desbordamiento. Durante los pasados cincuenta años a esta urbe todo le creció, principalmente el número de habitantes: de tres millones 50 mil 442 que se contabilizaron en 1950, para el 2002 pasó a ocho millones 857 mil 800.

Este crecimiento poblacional se debe, principalmente, a la convergencia de tres factores: los nacimientos, la esperanza de vida, y la inmigración, y los tres nos llenan de orgullo, pero, voy a ser realista, también presentan retos a solventar, y hacia eso se debe orientar el desarrollo urbano sustentable: a resolver los retos de la población la ciudad.

El desarrollo urbano sustentable se debe basar en la planeación participativa y en la concertación entre todos, sobre todo en esa mancuerna que deben conformar el gobierno y la sociedad, y eso lo deben tener siempre presente quienes están inmersos en su implementación. Entonces, hay que decir que el desarrollo urbano sustentable debe tener su base, indiscutiblemente, en la gente, y las obras, por grandes o pequeñas que sean, siempre deben tener a la gente como su beneficiaria.

Una obra sin uso humano –o sin goce, digamos-, es un gasto innecesario y absurdo, y no hablo sólo en el terreno económico, que es bien importante, eso lo sabemos, sino que también representa un desgaste humano, personal y social, tanto del gobierno como de la gente que habitamos nuestras urbes.

Pero seamos justos en este tema: son muchas las experiencias de intervención urbana realizadas con éxito, de esa “Acupuntura Urbana” que Jaime Lerner propone para reactivar las partes anquilosadas –y su entorno- de las ciudades, y que es más, no sólo propone sino que puso en marcha durante su gestión como alcalde de Curitiba, Brasil.

En la república mexicana encontramos varios ejemplos de este revitalizar parte de la estructura física de nuestras ciudades, y ejemplo de ello podrían ser los trabajos del arquitecto yucateco Augusto Quijano, quien recientemente ha sido seleccionado para proyectar el edificio “Juan Manuel II” en la venidera “Villa Panamericana” en Guadalajara, Jalisco; o su participación en ciertos edificios del Centro Histórico de Mérida, Yucatán.

Aquí en la ciudad de México ejemplo exitoso de esta “Acupuntura Urbana” es la remodelación de edificios art déco, como la “Antigua Central de Bomberos”, de 1928, convertida hace poco tiempo en el “Museo de Arte Popular”, en pleno Centro Histórico; o el antiguo cine “Bella Época”, transformado en la librería “Rosario Castellanos”, en la colonia Condesa.

También es digno de traer a nuestro encuentro ese ejemplo de desarrollo urbano sustentable que representa la ciudad de Curitiba, en el sur de Brasil, la cual a partir de los años setenta del siglo pasado, precisamente con el arquitecto Jaime Lerner al frente, inició un proceso de transformación basado en el control de su crecimiento. Este control, lo recordamos, tuvo su eje en dos vertientes: la parte física y la no física de la ciudad.

La primera parte, su transformación física, se llevó a cabo a través de un sistema vial jerarquizado, de una legislación de uso de suelo acorde al crecimiento que se estaba dando, y de un sistema de transporte colectivo, también adecuado, tres asuntos que, trasladados a la ciudad de México, resultan de vital importancia abordar –resolver- hoy en día.

A este aspecto físico se le sumaron otros dos puntos, y en ellos radicó su parte no física: la economía y la cultura, y también trasladados al día de hoy estos aspectos resultarían fundamentales para la sobre vivencia de la capital del país.

El caso de Curitiba, déjenme reconocerlo, es un vivo ejemplo de lo que debe ser la consolidación de la ciudad del futuro, de ese futuro que ya nos alcanzó y que nos obliga a estar muy atentos -todos: sociedad y gobierno-, para que no nos rebase.

Así, en la capital del país se debe considerar que su desarrollo urbano sustentable deberá tomar en cuenta la parte física de sus construcciones y de su paisaje, pero primordialmente se debe promover la reconciliación de la propia ciudad con sus habitantes y con la naturaleza, con su hábitat, con su cultura, con su historia.

El desarrollo urbano sustentable debe construir una ciudad de México ambientalmente correcta y socialmente justa. ¿Será muy difícil lograrlo

Así, sin lugar a dudas digo que el desarrollo urbano sustentable tiene como fin último el humanizar a las grandes ciudades, en convertir a nuestras urbes en unas ciudades con rostro humano.

La administración pasada de la ciudad de México, con Andrés Manuel López Obrador y con Alejandro Encinas al frente, tuvo como eslogan aquello de “Ciudad de la esperanza”, y el actual gobierno, con Marcelo Ebrard como jefe, utiliza eso de “Capital en movimiento”, entonces parecería hasta interesante que las próximas autoridades usaran eso de “Ciudad con rostro humano”.

El desarrollo urbano sustentable deberá erradicar, en un tiempo razonablemente inmediato, ese caos que en muchas de las ciudades mexicanas existe desde hace varios años, pero lo tiene que hacer sin empeñar el futuro, sin comprometerlo, sin atar a los próximos gobiernos y a las futuras generaciones.

Al contrario: el desarrollo urbano sustentable que se debe cimentar hoy en día será, no lo dudemos, la base fundamental para las políticas públicas que en los años venideros se pondrán en práctica, y estas políticas públicas ya no encontrarán los vicios o defectos o rezagos o todo ello junto, a los que hoy en día se enfrentan las sociedades y los gobiernos urbanos.

Las políticas públicas enmarcadas en ese gran todo que podría significar el desarrollo urbano sustentable, deben tener como objetivo ejercer un gobierno no para la próxima elección, sino para la próxima generación.

Y vuelvo al principio: se escucha bien pero ¡qué difícil suena lograrlo!, y en ese juego dialéctico que es la vida misma aprovecho para referirme a otro tema que combina a la perfección aquello de fácil y difícil, y es que, en honor a la verdad, hace un par de semanas se veía difícil la sobre vivencia del equipo América, pero ahora con los últimos resultados ¡qué fácil parece que todo fue!

“Acupuntura Urbana” acuñó Jaime Lerner, y en su explicación dijo: “Siempre tuve la ilusión y la esperanza de que con un pinchazo de aguja sería posible curar las enfermedades.

El principio de recuperar la energía de un punto enfermo o cansado por medio de un simple pinchazo tiene que ver con la revitalización de ese punto y del área que hay a su alrededor.

Creo que podemos y debemos aplicar algunas magias de la medicina de las ciudades, pues muchas están enfermas, algunas casi en estado Terminal. Del mismo modo en que la medicina necesita de la interacción entre el médico y el paciente, en urbanismo también es necesario hacer que la ciudad reaccione.

Tocar un área de tal modo que pueda ayudar a curar, mejorar, crear reacciones positivas en cadena. Es necesario intervenir para revitalizar, hacer que el organismo trabaje de otro modo”.

En fin, sólo nos queda aspirar y trabajar para que nuestras ciudades se humanicen, para que adquieran un rostro humano.

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